Por Rosemary Atri
El estado del mundo, hoy en día, ha llegado a un punto crucial al que debemos prestar toda nuestra presencia y atención. Querer seguir ignorando las señales de cambio equivaldría a actuar como avestruces que esconden la cabeza ante la realidad. Somos ciudadanos del mundo y debemos dejar de vernos como individuos que solo valoramos nuestro reducido sentido de pertenencia.
El cambio climático, la polarización extrema, el racismo, el desprecio de género y el profundo dolor humano que reside hoy en cada uno de nosotros, se suman a la pandemia con todas las consecuencias económicas, humanas y sociales que no podemos todavía vislumbrar.
Es momento de tener nuestra mente, nuestro corazón y nuestra alma en el lugar correcto, y atender el imperativo de realizar un trabajo profundo. Es esta generación y los que nos encontramos aquí en este momento histórico los que podremos decidir el futuro del mundo, y esa es una gran tarea.
Este encierro nos ha llevado a muchos de nosotros a ponderar quiénes somos, qué tenemos, de qué somos capaces. Hemos podido apreciar cosas que dábamos por un hecho, como nunca antes. Cada día vemos la desaparición de alguna organización, institución o negocio, y ese vacío nos duele, pues en ello sabemos que va el bienestar de miles de personas que se quedan sin trabajo. Es difícil que pase algún día sin saber de alguien cercano o lejano, que no esté padeciendo problemas de salud o de otra índole.
Estamos viviendo un gran dolor y tenemos muchas opciones que comprenden distintas formas de participar, lo importante es educarnos a nosotros mismos, investigar, conversar, conocer, hacernos preguntas verdaderamente importantes. Es momento de reconocer en que están fundamentados nuestros cimientos históricos, los cuales comprenden en casi todos los casos guerra, genocidios, esclavitud y racismo. Es acaso reconciliable? Es posible el cambio? Cómo participar en la sanación que necesitamos como humanidad si queremos permanecer en esta tierra.
Es nuestro cuerpo el territorio de la escucha, de la integración primera, es en el aquí y el ahora, en mi propio corazón y mi alma donde puedo revisar los acuerdos que hemos hecho de no hablar, de no mantener nuestros puntos de vista con dignidad, pero a la vez queriendo ver el de los demás. Muchas veces hemos evitado diálogo que servirían para polinizar las ideas que pueden transformar percepciones limitadas, las que tantas veces defendemos.
Cuando vemos que en la sociedad se desprecian grupos enteros de seres humanos por su condición, color o raza, cuando vemos que se desprecian los conocimientos ancestrales y la sabiduría, tanto como a sus portadores, quienes tendrían mucho que ofrecernos en conocimientos sobre salud, crianza, cultivo y conservación. Cuando vemos que la gente que vive en el campo y cuida las cosechas y las fuentes de alimento que son indispensables, mientras nosotros desvalorizamos su rol completamente como si pudiéramos prescindir de ello, se produce mucha rabia. Y qué decir del desprecio por los educadores, quienes están viviendo grandes retos.
Es ahora cuando desde nuestros lugares de privilegio tenemos que trabajar con todo el material inconsciente en nosotros. Sino vemos con claridad, proyectamos fácilmente mucha ira, mucho dolor. Solo cuando exploramos en nosotros mismos los mecanismos de sobrevivencia y desempacamos todo eso que sucede en nosotros es que seremos capaces de responder a la vida. Tenemos que sentir nuestro dolor, no darle la vuelta pues eso es lo que hemos venido haciendo hasta ahora.
Estamos en la escuela de la tierra y es el momento de saber sobre nosotros mismos y honrarlo. La humanidad está aprendiendo sobre sí misma, sobre lo bueno y lo malo, sobre lo horrendo también.
Deseo que mis talleres sean una plataforma para conectarnos con nosotros mismo y para vivir la crisis como oportunidad de cambio. Cuando nuestras respuestas vienen desde la auto-conciencia y podemos auto-validarnos y reconocemos todo el material subconsciente que nos influye, tenemos un encuentro con el dolor en el que podemos honrar, metabolizar, destilar y usar esa energía para el cambio individual y colectivo que nos pide este momento.