El gran conflicto que actualmente enfrentamos las mujeres, radica en encontrar equilibrio entre mantener nuestra presencia en un mundo fundamentalmente masculino, y al mismo tiempo dar sentido a nuestras necesidades femeninas, y con ello, no me refiero a necesidades limitantes o debilitantes.

Los pueblos originarios honraban la necesidad real de la mujer de acceder a espacios de silencio, de encuentro comunitario, y de crear contextos donde se promovía la fuerza interna.

Sin embargo, en la actualidad, la respuesta mas común, y la mas aprobada por la sociedad, ha sido negar nuestras necesidades y minimizar, esconder e incluso despreciar, las funciones biológicas de nuestro cuerpo, siendo nosotras, las primeras que lo hacemos.

No hablar del ciclo menstrual o suprimirlo, implementar intervenciones que se adelantan al proceso natural de dar a luz, separar a los bebés de sus madres, alimentarlos con fórmula y tratar a la menopausia como una enfermedad, son algunos de los temas que nos hacen ver que la femeneidad no tiene un buen lugar en la sociedad.

Cada vez que negamos nuestras funciones, o utilizamos lenguajes denigrantes y de desprecio, ante nuestros procesos naturales, nos alejamos mas de nuestras raices y de nuestra fuente de poder, y por ello aceptamos diagnósticos que nos condenan a resolver desequilibrios que se producen en nuestro organismo, aceptando tomar hormonas, antidepresivos y ansiolíticos, desde la adolescencia hasta la edad adulta. Aceptamos que todos los malestares sean llamados enfermedades, en lugar de tener curiosidad sobre como transformarlos y acceder a un mayor bienestar. Por lo tanto, hemos recurrido a vivir permanentemente reguladas y medicadas, en lugar de contactar nuestra sabiduría femenina para mantener o recuperar la salud.

Deberíamos ver como alarmante que una de cada tres mujeres toma medicamento para la tiroides y que, se practica la histerectomía en las mismas proporciones.

Sanar comprende reconocer nuestra totalidad. Eso implica que cada una tenemos que encontrar nuestro camino y romper con estereotipos que nos encierran en conceptos que no nos definen.

Nuestros cuerpos nos necesitan hoy mas que nunca. Necesitamos contactar su sabiduría, su pasión, su libertad, sus rítmos. No podemos seguir permitiendo ser reguladas desde el exterior. Definitivamente requerimos recuperar el camino de intimidad con nosotras mismas y poder volver a aprender a escucharnos.

Me atrevo a afirmar que necesitamos mas descanso, mas silencio, mas gozo y sobretodo, reconocernos y expresarnos creativamente, desde nuestro lenguaje cíclico, en lugar de considerarnos negativamente, a nosotras mismas, como temperamentales y cambiantes.

El mapa del territorio femenino se encuentra contenido en nuestra pelvis, su forma y sus misterios. Exploremos ese territorio.

Necesitamos contactar la medicina cuerpo-mente que nos lleve a recobrar la reverencia hacia nosotras mismas.

Te invito a diversos talleres que estaré impartiendo sobre este tema, para volver a habitar conscientemente en nuestra femeneidad. En ellos, nos adentraremos en reflexionar sobre estos temas, realizaremos prácticas corporales, exploraremos el movimiento expresivo y crearemos nuestros propios rituales para fortalecer la confianza en nuestro poder receptivo, e integrar la experiencia de ser mujer desde nuevos ángulos.

La pelvis femenina, en su forma, nos habla de esa vasija que contiene el significado de su forma. En el vientre se encuentra el lenguaje de la fuerza femenina.

Hacedoras de vasijas, tejedoras de canastas, y portadoras de la medicina y la herbolaria, nuestras ancestras nos mostraron un camino que, actualizado y redefinido en el Siglo XXI, nos está invitando a recordar que nuestro poder tiene sus propios matices y que el mundo está necesitando esa fuerza.