La permanente experiencia de vivir contraídos, construye alrededor de nosotros un cuerpo de dolor, un cuerpo que va perdiendo su luminosidad, que se empaña de tal modo que sólo puede mirar a la vida desde el temor, la angustia, y la incertidumbre.
En realidad, envejecer consiste en la acumulación de huellas que se quedan, en el cuerpo y en la mente. Sus matices dependerán de la manera en que experimentamos la vida. El cuerpo es como un banco en el que se van sumando las experiencias de dolor, de tristeza, o de miedo. A estas huellas, el yoga las llama Samskaras. Estos Samskaras funcionan de tal modo, que nos van inclinando a actuar de manera similar todo el tiempo, es así como nuestras personalidades se vuelven amargas, agrias o rígidas.
La práctica de yoga desde una perspectiva somática, consiste en una metodología sistemática e integral, que nos ayuda a remover los residuos de las experiencias dolorosas. Vivir nuestra práctica y llevarla más allá del tapete, puede conducirnos a crear mayor congruencia interna, y por lo tanto mayor integridad en nuestro actuar.
La congruencia y la integridad, en nuestra vida, se ven obstaculizadas por nuestra falsa identidad, ya que tenemos un concepto erróneo de nosotros mismos. Poseemos una personalidad artificial que se construye a base de creencias y conceptos no renovados constantemente.
Nadie, sino nosotros mismos creamos la dualidad. Parecería que nos es más fácil lograr lo que no deseamos, que descubrir lo que si queremos. Nos preocupa más clasificar las experiencias, que vivirlas. La mente existe para interpretar la realidad, sin embargo el alma anhela un espectro mas amplio de experiencias, de colores y de sabores que los que la mente le narra. Pero el alma requiere del desarrollo del observador como vehículo para ver “lo que es”.
Una vez que el observador toma el lugar que le corresponde, descubrimos que todo lo que nos sucede, se puede convertir en una oportunidad para expandir la conciencia.
No se trata de querer ser diferentes, ya no necesitamos más libros de “como ser felices”. No existen fórmulas. Consiste sólo en mantener la presencia.
Otórgate el tiempo para escucharte. Es en el silencio, donde podemos descubrir quienes somos. Es ahí donde encontramos el equilibrio entre dar y recibir. La mente siempre trata de “lograr” las cosas, esa es su actividad principal, sin embargo, el espíritu entiende que es necesario esperar a que las cosas maduren para que se manifiesten. Cultivar esta capacidad es lo que nos lleva a la congruencia y a la integridad.
Tómate cotidianamente el tiempo para saber que habitas tu propia existencia. La vida es la expresión misma del aliento rítmico de la respiración.
Observa que sucede con tu respiración durante tu práctica de yoga, pero también obsérvala frente a las experiencias de la vida. Verás que cuando recuperas el aliento frente al miedo, frente a la angustia, volverás a tu centro fácilmente.
Imagínate percibiendo a la vida expresarse a través de ti. Ese es el sentido verdadero de la existencia. Eso es lo que significa liberarse de la falsa identidad.
El ritmo y el movimiento consciente del cuerpo y de la mente, son herramientas del despertar espiritual.
Durante tu práctica de yoga, accede al silencio, entrégale el mando al observador, permite que haya una danza entre el cuerpo, la mente y la respiración y experimentarás la reconciliación de las polaridades.