El trauma es una experiencia o serie de experiencias que han sido tan fuertes que perdemos la capacidad de lidiar con ellas, y las reacciones comprenden parálisis o un estado de constante alerta.”

Dan Siegel

Estar en contacto internamente con nuestro cuerpo es, a un mismo tiempo, estar abierto a lo que nosotros sentimos y a lo que percibimos de nuestro medio ambiente. Cada espacio o lugar donde estemos en contacto con nosotros mismos, comprende esa experiencia que nos permite sentirnos vivos y con la capacidad para responder a lo que nos rodea; esto comprende una experiencia de continuidad y conexión con todo lo que encontramos, día a día. Estar en contacto internamente con nuestro cuerpo es, a un mismo tiempo, estar abierto a lo que nosotros sentimos y a lo que percibimos de nuestro medio ambiente. Cada espacio o lugar donde estemos en contacto con nosotros mismos, comprende esa experiencia que nos permite sentirnos vivos y con la capacidad para responder a lo que nos rodea; esto comprende una experiencia de continuidad y conexión con todo lo que encontramos, día a día.

Aún cuando esto es fundamental, y este campo unificado de conciencia se encuentra aquí mismo en este momento, es decir esa experiencia de vivir plenamente en nuestro cuerpo, para muchos seres humanos es una experiencia que está fuera de su alcance.

Las experiencias traumáticas nos dividen, nos fragmentan, y disminuyen nuestra capacidad para vivir plenamente en nosotros mismos.
Existen dos categorías de experiencias traumáticas: los eventos extremos, como abuso, lesiones, rechazo, maltrato, accidentes y desastres de la naturaleza; y el trauma de desarrollo o relacional, que todos experimentamos, especialmente durante la infancia, cuando las experiencias cotidianas se vuelven abrasivas o confusas, es decir todos esos momentos de dolor que suceden a lo largo del tiempo. Ambos tipos de trauma tienen un impacto radical en nosotros.

En reacción al estrés, al trauma, ya sea pequeño o magno, nos contraemos y fragmentamos, y retiramos nuestra conciencia de diversas partes de nuestro cuerpo. Nos organizamos de tal manera que las experiencias intolerables llegan a contaminar toda la escena de nuestra vida y restringen aspectos de nuestro comportamiento y de nuestra personalidad que nos han hecho daño.
El trauma contribuye a que sea mas difícil organizar la experiencia de vivir.

El trauma es tan real, que no solo afecta a nuestro cuerpo, sino que determina como nos relacionamos con los demás, como nos acercamos al aprendizaje, como nos presentamos ante el mundo y como encontramos nuestro lugar en nuestro sistema de relaciones.

Dice Bessel Van del Kolk, en su libro “The Body Keeps the Score”, que nuestra anatomía está diseñada para la sobrevivencia, pero para sobrevivir, tenemos que poder darle sentido a lo que nos sucede.

Cuando quedamos atrapados en el círculo de las experiencias traumáticas, organizamos nuestra vida como si las situaciones que causaron esa experiencia, continuaran ahí, como si nada hubiera cambiado.

Cada nuevo evento está contaminado por el pasado. Después de las experiencias traumáticas, la vida es experimentada de una manera diferente por nuestro sistema nervioso.

Para suprimir el caos interno, sacrificamos la espontaneidad. El deseo de controlar lo que nos resulta intolerable, incluidas las reacciones fisiológicas, es muy común desarrollar una serie de síntomas físicos, tales como fatiga crónica, fibromialgia y muchas de las enfermedades auto-inmunes.

Para sanar el trauma, necesitamos involucrar a todo el organismo, necesitamos involucrar a la mente y al cuerpo, y sobre todo a la respiración.

Nuestro cuerpo está organizado para la sobrevivencia. Nuestros sistemas de alarma detonan la participación de nuestro cerebro primitivo o reptiliano, y el sistema nervioso al igual que el sistema endocrino se preparan para las respuestas que conocemos como ataque, huida y/o congelamiento.

La actividad del tallo cerebral se vuelve tan predominante que prácticamente inhibe la intervención de la corteza prefrontal.

Actuamos antes de que intervenga o incluso se entere la corteza prefrontal, y el organismo empieza a secretar químicos relacionados con el estrés. En cuanto al sistema nervioso, sigue enviando señales de alerta desde el cerebro, aún cuando el evento haya terminado.

El cuerpo tiene toda una red enorme de conexiones que se organizan para la sobrevivencia o para florecer.

El cerebro tiene una organización ascendente que surge en el tallo cerebral y desde luego que la sobrevivencia es su tarea principal; para ello:

  1. Genera señales internas que le deja al cuerpo saber cuales son sus necesidades en términos de comida, descanso, protección, sexo y abrigo.
  2. Crear un mapa del mundo para saber a donde dirigirse para satisfacer dichas necesidades.
  3. Generar la energía suficiente para actuar para conseguirlo.
  4. Advertirnos de los peligros y oportunidades que hay en el camino.
  5. Ajustar nuestras acciones basadas en los requerimientos del momento.
  6. Y, dado que somos mamíferos, y solo podemos sobrevivir en grupos o tribus, requerimos de la colaboración y la coordinación.

Los problemas internos ocurren cuando las señales no son congruentes, nuestros mapas no nos conducen a donde necesitamos ir, cuando estamos paralizados para movernos, cuando nuestras acciones no corresponden con nuestras necesidades y cuando nuestras relaciones están rotas.

El cerebro racional es pequeño en comparación a los otros dos. hay un registro constante de comodidad o incomodidad, seguridad, fatiga placer o dolor.

El cerebro primitivo o reptiliano está a cargo de comer, dormir, despertar, gritar, respirar regular temperatura, eliminar toxinas, orinar y defecar.

El tallo cerebral y el hipotálamo controlan los niveles de energía del cuerpo, coordina las funciones del corazón y los pulmones, así como las del sistema endocrino y el inmune. Se hace cargo de la homeostasis.

Podríamos decir que las funciones de mantenimiento del cuerpo están en este campo, es decir:

  • Dormir y acceder al descanso verdadero
  • Apetito y asimilación de nutrientes
  • Contacto a través de los sentidos
  • Digestión
  • Excitación

El cerebro mamífero, el asiento de las emociones, es el que monitorea el peligro, el juez de lo que da placer o de lo que asusta, el árbitro de lo que es importante para la sobrevivencia.

Este cerebro se forma en la interrelación con los demás y con las experiencias.

Por lo tanto, veremos que todo lo que le suceda a un bebé, dará forma al mapa de sus futuras reacciones.

Cuando nos sentimos seguros, cooperamos, jugamos y exploramos; si nos sentimos asustados o no deseados, tenemos miedo y nos sentimos abandonados. Actuaremos de forma reactiva o nos retraeremos.

Aprendemos del mundo por medio de movernos y buscar y descubrimos lo que sucede a través de reírnos, llorar o protestar.

Las interacciones son las que cambian las sensaciones de nuestro cuerpo. Si sentimos acoso, desprecio o desatención o rechazo se modifica nuestra percepción de bienestar.

Las hormonas se liberan de acuerdo a lo que llame nuestra atención y serán las que nos hagan movernos mental y físicamente.

El cerebro emocional está a cargo de una sofisticada organización celular y bioquímica, y con esas herramientas decidirá con quien relacionarse, que música le gusta, que comida prefiere.

Es mas simple que el neocortex y su información es de índole global, basa sus conclusiones en similitudes un poco burdas.

El cerebro racional va a diferenciar mucho mas, pero va a establecerse alrededor de los 7 años de edad, donde ya es posible sentarse y prestar atención, donde ya se pueden usar palabras, donde hay pensamiento abstracto y se pueden planear e imaginar diferentes escenarios.

Las herramientas de sanación que puede aportar la práctica de yoga y el lenguaje somático son muchas.

Un maestro que conoce los distintos aspectos de yoga, tales como:

  • El potencial de trabajo corporal contenido en las asanas y no solo concebir a las asanas como formas específicas.
  • La riqueza del trabajo somático que invita a habitarnos.
  • Las distintos efectos que tienen las prácticas de pranayama.
  • La comprensión de los principios de Brahmana y Langhana.
  • El poder de la visualización.
  • La auto-observación y el auto-estudio.
  • Los fundamentos filosóficos y conceptos energéticos, aplicados a la comprensión del ser humano. La propiocepción y la interocepción.

Reconocernos como una comunidad de sistemas que aspiran a trabajar en armonía y colaboración.

El desarrollo de una clase, serie de clases o taller, dirigido a la regulación del sistema nervioso, a promover la auto-referencia, para colaborar a la sanación de la persona y a crear un sentido de valía personal, debe tomar en consideración efectos del trauma en el cuerpo, tales como: que las personas pueden ser muy suceptibles y por lo tanto demasiado sensibles a ruidos, olores, colores o experiencias que les agobien; o por el contrario, no detectar sensaciones fácilmente.

Se requiere trabajar para que la persona pueda expandir su capacidad de escucha, estar mas abierto a experiencias mas sutiles, experimentar la calma, alimentar experiencias en las que el ritmo de las experiencias le permitan digerir a las mismas.

En ocasiones es necesario relajar al sistema, pero otras veces el sistema u organismo requiere ser sacudido o estimulado.

El trauma podría compararse a un lente que no te permite ver, así que la práctica debe ser una oportunidad para que el practicante se atreva a traer un pie hacia el presente.

Si el practicante puede enriquecer su experiencia sensorial y la información sensorial del momento presente irá sintonizándose con lo que está sucediendo por debajo de la superficie.

El maestro quiere promover curiosidad y fluidez.

El maestro quiere dar soporte para que el practicante descubra el lenguaje interno que nos permite realmente descubrir como nos sentimos.

Algunos ejemplos de sugerencia durante una clase enfocada a este tipo de sanación:

  • Nota la calidad de tu respiración.
  • Voltea a tu alrededor para orientarte.
  • Busca objetos de un solo color.
  • Abrázate a ti mismo.
  • Toca tus piernas.
  • Preguntarles como se sienten.
  • Pedirles que observen que tan rápido se mueve su mente.
  • Preguntarles a que se parece su mente: a un chango, a un hamster, a una vaca que rumía.
  • Decirles que vuelvan a checar su respiración.
  • Invitarlos a imaginar las diferentes partes del cuerpo que pueden sentir la respiración.
  • Invitar a que realicen movimientos con los brazos en sintonía con su respiración.
  • Crear experiencias que les permita ver o sentir los detalles pues en ellos esta el espacio de la confianza y de la escucha.
  • Una y otra vez regresar a preguntar qué perciben.
  • Traer preguntas que los lleven a notar que los estabiliza.
  • Equilibrios sencillos con ojos cerrados.
  • Preguntas tales como: cuál es tu relación contigo mismo, cómo te presentas ante los retos, cuál es tu nivel de auto-cuidado.
  • Invitarlos a establecer una intención.
  • Llevarlos a enfocarse en diferentes partes del cuerpo como el oído interno y el externo.
  • Invitarlos a sentir una brisa suave sobre el cuerpo, o una capa protectora, o una grata caída de agua.
  • Imaginar que se trasladan a un espacio seguro, pero conducirlos a que lo imaginen en gran detalle, tal como color, objetos que les gustan, aromas, sonidos, imágenes, objetos de arte en el espacio; sensaciones de frío o de calor, contracción o expansión.
  • Nuevamente traer la invitación a que reconozcan sensaciones.
  • Tener un objeto en las manos que les pudiera representar un anclaje.
  • Todo aquello que lleve al alumno a percibir un espacio seguro y a reconocer sus recursos internos y externos, y a capitalizarlos.