“El centro del cuerpo comprende un territorio de organización complejo y trascendental.”

En yoga, siempre se le ha dado más importancia al centro que a las extremidades, debido a que lo que principalmente ha interesado al practicante es la transformación energética de los elementos y de los procesos metabólicos, tanto físicos como emocionales.

Sabemos que Sirsasana, por ejemplo, tiene como propósito la inversión del fuego digestivo con fines de depuración.

Cuando pensamos en el centro del cuerpo, hoy en día, tendemos a imaginar trabajo muscular abdominal, pero a veces ignoramos todo lo que está implicado en este territorio cilíndrico que conlleva como propósito, estabilidad, espacio y dinamismo.

Para poder expresar quienes somos en este mundo requerimos fuerza y resiliencia, como cualidades que nos ayudan a enfrentar los retos de la vida. Sin embargo, también necesitamos suavidad para desarrollar compasión y entendimiento.

“Para recibir la vida plenamente y acceder a nuestra humanidad se requiere de un corazón armónico, e indudablemente nuestro corazón es sostenido por el diafragma y flanqueado por los pulmones.”

Por debajo del diafragma, encontramos a uno de los músculos mas interesantes del cuerpo, que es el psoas, y que, junto con otros importantes músculos que mencionaremos a continuación, se ven significativamente afectados por el tiempo que pasamos sentados en nuestra cultura, pero que también recibe un fuerte impacto por distintas emociones como es el miedo.

A nivel energético estamos hablando de la región del segundo y tercer chakra y de la alquimia que realizan el agua y el fuego en nuestro cuerpo.

El psoas responde al estrés y se relaciona con las respuestas de huída, ataque y congelación.

Esa zona presenta con frecuencia contracciones crónicas, compresión, dolor, asimetrías, tono de descanso alterado y expresiones de rigidez o de debilidad diversas.

El estado ideal de esta zona muscular es el de suavidad y fuerza coexistiendo.

Ningún músculo trabaja de forma independiente. El núcleo central está comprendido por una serie e músculos que funcionan como una cintura de sostén para la columna. El psoas es asistido por el recto abdominal, los oblicuos, el transverso abdominal, el dorsal ancho, los músculos erectores, el cuadrado lumbar y los músculos profundos de la columna.

En la articulación coxofemoral forma parte de un grupo, que funciona con el cuadrado femoral, el sartorio, el pectineo y el tensor de la fascia lata para flexionar la cadera.

Cuando todos estos músculos realizan sus funciones, el psoas mayor puede estar libre para realizar su función principal que es la conexión integral.

No debemos olvidar tampoco, que la región contiene a órganos de gran importancia como lo son el sistema reproductivo y el genitourinario, y que en buena medida, nuestra estructura ósea y muscular cumplen con una función de contenedor y de protección orgánica.

En esta era en la que se le pone tanta importancia al fortalecimiento del abdomen, es importante recordar que el énfasis debe estar en crear armonía y no en dar prioridad a solo algunos músculos.

El psoas conecta a la zona superior con la inferior, la columna a las piernas. Es un músculo localizado en nuestro centro de gravedad, por lo que regula el equilibrio y opera como zona muy importante de propiocepción y de interocepción.

Lo importante es centrar a la pelvis por medio de otros músculos que no son precisamente el psoas, para mantener la neutralidad de las curvas de la columna.

El psoas o el complejo iliopsoas, como también es conocido, es fundamental en la transferencia del peso que pasa a través del tronco hacia las piernas y pies cuando caminamos y contribuye a que se pueda ubicar correctamente la columna, la pelvis y y las piernas en secuencia.

Para trabajar esta zona, vamos a referirnos a las recomendaciones o protocolo que proponen Donna Farhi y Leila Stuart, en su libro, Pathways to a Centered Body.

  1. Localizarlo, por medio de una experiencia sensorial y de una anatomía vivencial. Usar imaginería visual además del conocimiento anatómico de la zona.
  2. Suavizar e Hidratar la zona. Trabajar cualquier músculo sin previa preparación, suavizándolo e hidratándolo previamente, puede influir en que se genere mayor resistencia y tensión y por consiguiente se corra mayor riesgo de lesión.
  3. Relajar y Alargar. Por medio de incorporar una respiración diafragmática completa, aprendemos a relajar y a alargar de manera dinámica la región. Se requiere gentileza para lograrlo. De una forma tanto activa como pasiva se puede trabajar con este territorio.
  4. Equilibrar. Cuando existen asimetrías significativas entre el lado derecho y el lado izquierdo, es necesario resolverlas antes de proceder a otro trabajo.
  5. Fortalecer. Una vez que todo lo anterior se logra, entonces se puede activar al psoas. La coactivación de los músculos de la zona son un componente trascendental para la salud de la columna y para la agilidad y libertad en el movimiento, tanto del centro, como de las extremidades. De esta manera los músculos secundarios pueden trabajar sinergísticamente con el psoas para dar soporte a un movimiento dinámico.
  6. Movernos desde. Aprender a afinar nuestra sensibilidad y conciencia para percibir como nos movemos en las asanas. Si bien el yoga es nuestro principal enfoque, veremos que esta comprensión es trascendental para bailarines, atletas y practicantes de técnicas somáticas, así como para cualquiera que quiere mantener la integridad postural a lo largo de la vida.