La capacidad para elegir es resultado de nuestra conciencia. La piedra angular del despertar de dicha conciencia, radica en cultivar presencia en todo lo que hacemos.

El lenguaje y las prácticas de un yoga con visión somática, consisten en ofrecer al practicante un espacio para la observación, la integración y y la libertad de expresión, a través de un movimiento consciente, donde depositamos nuestro mas refinado estado de conciencia.

Si bien el yoga, visto como una forma de ejercicio puede ser satisfactorio y muy agradable, no siempre llega a comprender la dimensión mas profunda de esta ancestral enseñanza, anclada en toda una propuesta de filosofía de vida. Cuando el yoga es reducido a la realización de posturas, y se utiliza un lenguaje meramente instructivo para dirigir las posturas, no nos ofrece el amplio espectro de experiencia, que nos promete esta ancestral tradición del despertar de la conciencia.

Las posturas de yoga no tienen un valor por sí mismas; son una oportunidad para saber como nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo, saber que hacemos ante los retos y frente a los límites; son puertas de acceso a la expansión de nuestros horizontes, nos pueden ayudar a romper nuestras limitaciones, y a enriquecer nuestro campo sensorial.

Si queremos adentrarnos en la experiencia de yoga como una práctica de transformación personal, es importante ver al yoga como una metodología que comprende caminar hacia una evolución mas compleja cada vez, y que cada una de las diversas etapas que transitamos, nos llevan a comprender las dimensiones del ser y la posibilidad de experimentar nuestra grandeza humana. La meta de una práctica va mas allá de resultados externos y aparentes, que tengan que ver con nuestras habilidades físicas.

Vivenciar el movimiento consciente, refinar la respiración, acceder a estados meditativos y reflexionar sobre la vida y las posibilidades de vivirla plenamente, trae como fruto la capacidad para tener una respuesta estable y serena ante las circunstancias de la vida.

El yoga es yoga cuando es capaz de transformar nuestra mirada ante el mundo, cuando nos apoya para develar la naturaleza armoniosa del ser. Podemos medir el efecto de nuestra práctica por el eco que esté produciendo en nuestra vida cotidiana. Para medir eso, debemos ser muy observadores y honestos con nosotros mismos.

Los grandes maestros de la tradición nos dicen que si reconocemos nuestro origen y la fuente de nuestro verdadero poder, lograremos, poco a poco, enfrentar las circunstancias de la vida de una forma mas ecuánime y clara.

La utilización de un mapa y un lenguaje con visión somática, ofrece al practicante un territorio de exploración, donde encontrarse a sí mismo. Al aprender a crear situaciones de aprendizaje, donde los alumnos tienen la oportunidad de reconocer las propias sensaciones durante una práctica de yoga, escucharse a si mismos, contemplar la experiencia vivida y su resonancia, contribuimos al enriquecimiento de sensaciones, que amplifica la percepción. Todo lo que aparece en ese campo de experiencia, adquiere una connotación mas sutil, mas exquisita. Buscamos un estado meditativo que deje espacio para el reconocimiento, y por lo tanto, la respuesta pertinente, ante nuestro entorno: temperatura, luminosidad, textura, forma y movimiento en acción; y llendo mas allá de las sensaciones, están nuestras respuestas emocionales, nuestros límites y múltiples decisiones, las cuales pueden ser influenciadas por una mayor claridad de conciencia.

El impacto de la percepción es aplicado a las asanas, pues durante la práctica misma, enfrentamos obstáculos y trabajamos en ellos. Aprendemos a través de la coordinación de movimiento y respiración a ver patrones de conducta, y a saber cambiar la forma en que actuamos.

El propósito esencial del yoga es desmantelar a la mente habitual para recuperar la capacidad de asombro. El yoga no es un hacer, es un estado que cuidadosamente, podemos cultivar. Dicho estado nos permite mantener la salud mental que se requiere para realizar cambios en nuestra vida y para adaptarnos armoniosamente a lo que es necesario adaptarse.