Sostén Emocional, Físico y Espiritual
para quienes valoramos la Vida

Hay una realidad que parece unirnos a todos en estos momentos, un agotamiento con el que muchos de nosotros resonamos. Lo vemos alrededor nuestro, en la gente que camina por la calle, en lo que nos rodea, en esa gran indiferencia por la naturaleza, por la calidad del agua y del aire, en una insistencia en no ver que no podemos seguir esperando más.

Lo vemos en la mirada de muchas personas quienes parecen haber perdido el sentido de su historia personal, de esa narrativa capaz de conectarlos a historias ancestrales de familia, al corazón de las enseñanzas de nuestros antepasados.

¿Cuándo, cómo y dónde se soltaron las manos que nos unían en círculos? En qué momento empezamos a creer que podemos resolver los problemas sin comprenderlos, sin entender el fondo de la desconexión que llevo a ellos?

¿Quiénes somos cuando no reconocemos que estamos vinculados e interconectados el uno con el otro?

Lo que hemos perdido puede recuperarse, no solo decidiendo que queremos hacerlo, sino mirando, mirando muchas veces, buscando el hilo conductor. Si aceptamos que esa misma energía dolorosa está esperando a ser entendida, procesada y transmutada podremos llevar nuestros barcos a nuevos puertos.

Cuando somos capaces de tomar una decisión informada, es cuando podemos usar nuestras manos para recuperar lo desgastado, para restaurar las conexiones, para atender lo que requiere ser atendido.

Hagámoslo inteligentemente, retiremos lo tóxico, sembremos nuevas semillas que nos recuerden el gran poder de nuestra creatividad.

Restaurar la vida nos conduce a recobrar el alma. Todos lo necesitamos ya.

Volvamos a ser observadores, demos oportunidad a que la vida nos hable. Recordemos como en otros tiempos hemos encontrado el camino, las rutas, sabiendo leer las señales, encontrándolas en nuestros entornos externos al mismo tiempo que las hemos encontrado en nuestra piel, en las pulsaciones mismas de la vida